DE LA CONCEPCION TORREIRA. LA HONESTIDAD DE LA PINTURA |
En los albores del novecientos, el portal de una tienda de paraguas de La Coruña serviría a un Picasso niño de muestra precoz para sus dibujos. Seis décadas después, en Sigüenza, los escaparates de los comercios de Ultramarinos José Pérez y de Tejidos Álvarez, harían de improvisadas salas de exposición para las primeras y adolescentes obras de Mariano de la Concepción Torreira. Autodidacta, Mariano de la Concepción pinta desde siempre. No recuerda desde cuando, como no recuerda día alguno sin haberlo hecho. Evoca el pequeño “negocio” de juventud con su paisano y amigo el inquieto Marcos López Artiga. Mariano era el artista. Marcos, aportaba el material. “venia con un enorme cajón de cajas de cerillas que yo decoraba y el vendía después”, me pagaba a peseta en el desaparecido Bufé Italiano. Pronto pasa a ilustrar los folletos anunciadores de las Lecturas de Poesía que organizaba Natalia Figueroa en los Jardines Capitol. Su bautismo público, con Alfredo Juderías como padrino de excepción, será en el Ayuntamiento de Sigüenza, año cincuenta y ocho, con una obra de carácter impresionista, con figuras y planos dominados por el movimiento y giros del blanco y verde al azul. “Líneas que se conjugan y huyen en una fuga geométricamente españolizante a lo Vázquez Díaz”la describe Juderías. El periodista José de Juan le daría entrada poco después en Guadalajara donde consiguió el máximo honor en la Exposición Provincial de Arte. Primero de una larga nómina. ( Continuar leyendo)
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